viernes, 30 de abril de 2010

INSTRUCCIONES DIVINAS

Recuerdo que antes que yo naciera, estaba preocupado porque no conocía el mundo al que llegaría.
Entonces le pedí a Dios instrucciones para vivir en esta tierra.
Dios acercó su voz a mi oído y me dijo:
Sé como el sol. Levántate temprano y no te acuestes tarde.
Sé como la luna. Brilla en la oscuridad, pero sométete a la luz mayor.
Sé como los pájaros. Come, canta, bebe y vuela.
Sé como las flores. Enamoradas del sol, pero fieles a sus raíces.
Sé como el buen perro. Obediente, pero nada más a su Señor.
Sé como la fruta. Bella por fuera, saludable por dentro.
Sé como el día. Que llega y se retira sin alardes.
Sé como el oasis. Da tu agua al sediento.
Sé como el río. Siempre hacia adelante.
Sé como la luciérnaga. Aunque pequeña, emite su propia luz.
Sé como el agua. Buena y transparente.
Sé como José. Cree en tus sueños.
Sé como Lázaro. Levántate y anda.
Y sobre todas las cosas, Sé como el cielo: la morada de Dios.
Señor, no permitas que me quede donde estoy. Ayúdame a llegar donde Tú quieres que yo esté.

domingo, 11 de abril de 2010

sábado, 10 de abril de 2010

"¡CRISTO Y YO, MAYORÍA APLASTANTE!"

Manolo fue un mártir de la guerra civil española del '36. Su vida fue lo que podríamos llamar ordinaria: Un joven con una historia concreta, estudiante, amante de la vida y sus. Quedó huérfano de madre muy niño, y encontró en tres días la añadidura de tres madres, que lo criaron con mucho cariño. Ya mayor, en 1932, se integra en el Centro San Jerónimo de la Juventud de Acción Católica Española (JACE). Comparte así su tiempo entre sus estudios y la Acción Católica.
En este grupo hace verdaderas amistades. Con ellas logra una profunda compenetración: Son jóvenes inquietos, como él; y comparten las inquietudes apostólicas y las ansias de santidad, como él. En su juventud, soñaba con la mujer que sería en el futuro su esposa; y, aún sin conocerla, la veneraba con gran amor y la colocaba en lugar preeminente.
En 1933 hace unos ejercicios espirituales de tres días que marcan su vida. Su vocación futura sería definitivamente el apostolado y la santidad. En estos tiempos ya la tensión en España era insoportable, y los aires de guerra eran tormentosos. Manolo vivió este tiempo profundamente.
En la primavera de 1934 viaja a Roma en peregrinación junto a otros 3000 jóvenes de Acción Católica. Conoce a fondo los lugares históricos romanos, ve al Papa en audiencia y queda entusiasmado con su figura. Pero el encuentro con la Roma de los mártires le revela su verdadera vocación: El martirio. Desde ese momento sus conversaciones, sus escritos, sus poesías, resumían las ansias de entregar definitivamente su vida a Cristo, a través del martirio.
Su vida de universitario es marcada con este hecho. En sus estudios de Arquitectura es el mejor alumno y el más responsable. Tiene como punto de honor y testimonio ser el primero del curso. Además, entiende que su apostolado, principalmente, lo debe ejercer entre sus compañeros.
Su frase preferida era “más, más”. Esto es repetido constantemente en sus escritos. Quería una unión cada vez más profunda y esencial con Cristo y su Cruz. Esto fue haciéndose norte de su vida.
A principios del año 1936 se siente ya llamado concretamente, con nombre y apellido, al martirio. Su martirio propiamente comienza el 18 de julio de 1936. Se encuentra preso en su domicilio. El 22 de julio, al no resistir el arresto domiciliario, se encamina a su Parroquia.
Es detenido, confiesa valientemente su fe y es liberado luego de un registro a su casa, donde no encuentran nada que lo incrimine. Hasta el 18 de noviembre, son 4 meses como de un noviciado al martirio.
El 16 de noviembre van hasta su casa, registran de nuevo, y encuentran el arma incriminatoria: Un crucifijo blanco y verde, símbolo de la JACE. El 17 vuelven a su casa y llevan preso a Manolo. Por la noche, los carceleros cumplen su ya acostumbrado ritual: Lo libran de madrugada para que las patrullas en las calles de Madrid lo encuentren y lo asesinen.
Así sucede. Una patrulla de milicianos lo encuentra y lo toman para fusilarlo. Empujones, caminar aprisa, burlas, escarnios. Manolo resiste apretando un crucifijo en un bolsillo de su pantalón. Las burlas son mayores cada vez. Igualmente los golpes. Los soldados se enardecen más, por la serenidad de Manolo. Ya hasta están cansados de burlarse. Uno de ellos, sorprendido por la resistencia de este joven, le pregunta de dónde saca tantas fuerzas. Manolo, con una entereza y una seguridad absolutas, responde, sacando su crucifijo del pantalón: “De Éste: ¡CRISTO Y YO, MAYORÍA APLASTANTE!”, y besaba, incansable, el crucifijo. Esta fue la excusa para el fusilamiento. Manolo recibió las descargas sobre su cuerpo, mientras seguía besando el crucifijo.
Como para simbolizar su entrega total a Cristo, un miliciano le clavó el crucifijo a la boca con un culatazo del fusil. Había obtenido así, Manolo Llanos, la victoria definitiva. Eran las primeras horas del 18 de noviembre de 1936.

“PARA QUE COMO ÉL, SEPAMOS CREER SIN VER”

martes, 6 de abril de 2010

MEDITACIÓN MISIONERA

Yo, Señor, joven misionero, instrumento tuyo, barro en manos del alfarero, caigo de rodillas con vos. Y como vos, me encomiendo al Padre, para poder seguir por este camino en el que me pusiste.
Te pido que cada día renueves mis fuerzas, mi entusiasmo, mis ganas de seguir y mis ganas de transmitir tu palabra. Quiero que los hombres sepan que la verdadera felicidad sólo se encuentra a tu lado. Es una felicidad tan profunda que a veces no se como explicarlo. Quiero que todos sientan lo que yo siento cuando te tengo cerca. Ayudame a ver tus ojos en los ojos de mis hermanos, a pasar por el lugar más oscuro y poder dejar tu luz.
Y tengo que pedirte perdón mi Señor, porque a veces soy débil y caigo. Me dejo llevar por las debilidades y caigo en las tentaciones. A veces es tan oscuro lo que me rodea que parece que no voy a poder penetrar en tanta oscuridad. Me veo tan pequeño en la inmensidad del mundo. Y cuando no se qué hacer, cuando mis fuerzas se agotan, cuando creo que ya no hay nada más que dar, aparece tu rostro ante mis ojos, y recupero las ganas que parecen perdidas. Quiero hacer todo para que te conozcan, pero no se por dónde empezar. Ayudame a no quedarme en el proyecto, ayudame a poder concretar lo que me propongo.
Dame la valentía de enfrentarme al mundo y de acordarme que vos estás conmigo. Con vos puedo todo, Señor. Enseñame a aceptar tu voluntad. Yo se que muchas veces lo que quiero no es lo mejor para mi, y me enojo con vos, te insisto para que me des cosas que no ayudan a mi santificación. Quiero aceptar tu voluntad porque se que vos querés lo mejor para mi.
Quiero que tu Iglesia crezca fuerte y santa. Guiame por el camino correcto para desde mi lugar de joven poder aportar lo que sea mejor para todos.
Quiero que mi comunidad crezca. Quiero que todos anuncien tu nombre con la alegría de saber que resucitaste. Dame fuerzas para perseverar en la misión que me encomendaste, para un día, poder decir al igual que San Pablo: “No soy yo el que vive, sino es Cristo quien vive en mi”, para que todos sientan que a donde estoy, al lado mío, está mi mejor amigo. Para que todos sepan que a dónde estoy, estás vos.

ACORDATE DE JESÚS

Cuando sientas que no podés estar más abajo que el resto, acordate que Jesús le lavó los pies a sus discípulos.
Cuando te sientas traicionado por el amigo más querido, acordate que Jesús fue entregado a manos de sus asesinos por su amigo Judas.
Cuando sientas que alguien te humilló tanto que ya no podés considerarlo amigo, acordate de Jesús que siguió llamando amigo a Judas a pesar de todo.
Cuando sientas que todos te abandonan en el momento más difícil, acordate que a Jesús sus amigos no lo acompañaron en la más grande de sus agonías.
Cuando sientas que todo está mal, que todo termina, y que los problemas te agobian; acordate de Jesús:
QUE DIO SU VIDA POR AMOR A VOS.

ORACIÓN

Jesús mío, haz de mí un hombre nuevo.
Por la santidad y perfección de tu vida,
destruye todo lo que hay de equivocado
y errado en mi vida. Sé tú mi vida. Pues
tengo la firme confianza de que tú actúas
en mí. Tú me alimentas con tu vida divina
y así haces de mí una nueva creación, una
criatura nueva. Hazme
siempre más semejante a ti.
Me alimentas con tu poder,
y destruyes toda mi debilidad.
Me alimentas con tu sabiduría,
y destruyes mi ignorancia.
Me alimentas con tu bondad,
y destruyes toda mi maldad.
Me alimentas con tu misericordia,
y destruyes mi miseria.
Me alimentas con tu justicia,
y destruyes toda mi injusticia.
Me alimentas con tu pureza,
y destruyes toda mi vida impura.
Me alimentas con tu luz,
y destruyes en mí toda tiniebla.
Me alimentas con tu santidad,
y destruyes mi malicia.
Me alimentas con tu perfección,
y destruyes mi imperfección.
¡Oh prodigio! ¡Oh misericordia infinita!
¡Oh Dios mío! ¡Tú, amor eterno!.
SAN VICENTE PALLOTTI